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La rivalidad Kárpov – Kaspárov

La rivalidad Kárpov – Kaspárov #

Kárpov y Kaspárov se enfrentaron por primera vez en febrero de 1981, en el Torneo de las Generaciones en Moscú. Un comentarista escribió:

«Es uno de los mejores es­pectáculos que he visto. Los dos grandes maestros están tratando de sacar el máximo. Ataque, contraataque, defensa, comprometiendo a cada rey, para tratar de encontrar su ca­mino en el tablero con los relojes avanzando implacablemen­te.»

Las dos partidas que disputaron fueron tablas, pero Tolya, el campeón mundial, estuvo en constante peligro.

Lo que hacía que esos encuentros tuvieran un interés es­pecial para los aficionados era el contraste entre dos estilos. Kárpov tenía un fuerte sentido posicional, con un ins­tintivo entendimiento del tablero y de cómo mover las piezas. Pero le gusta evitar las complicaciones. Es uno de esos juga­dores que piensan en el ajedrez principalmente ante el table­ro. Decía de sí mismo:

El juego arriesgado al estilo de los mosqueteros del ajedrez interesa a aquellos que gustan de con­flictos violentos, pero a mí no me gusta. Yo intento valorar mis posibilidades serenamente y no atormentar mi cerebro.

Garri es un jugador investigador, siempre en busca de nuevas variaciones, pasando largas horas investigando y aceptando las complicaciones y haciendo sufrir a su cerebro.

Sin embargo, al hacer tales generalizaciones siempre se debe recordar la advertencia de Petrosian:

Cada gran maes­tro es un individuo bastante complicado y la impresión que la gente tiene de él no siempre corresponde a la realidad. Tal no sólo “sacrifica piezas”, Fischer no es sólo una “computa­dora electrónica” y Petrosian no es sólo “prudente”.

En la cuestión más importante de todas Kárpov y Garri comparten un objetivo común: ambos creen que el ajedrez es ante todo una contienda, una lucha, una competición en la que el oponente tiene que ser vencido, sin embargo, para uno de ellos esto es un arte, y para el otro un frío negocio.

Yo quiero ganar, quiero vencer a todos, pero quiero hacerlo con estilo, en una honesta batalla deportiva. –Garri Kaspárov

Botvinnik tenía la siguiente opinión:

Kár­pov calcula las variaciones muy bien. Pero su mayor fuerza no reside en esto. Supera a Kaspárov con mucho en la com­prensión posicional del ajedrez. Cuando Kárpov era bastante joven ya había demostrado un buen entendimiento de los prin­cipios posicionales del juego. Kárpov no tiene igual en la ha­bilidad de colocar las piezas en el tablero. Sus piezas normal­mente son invulnerables, mientras que las de su oponente están sujetas a presión continua. En este aspecto el estilo de Kárpov es mucho mejor que el de Petrosian que, habiendo logrado una seguridad absoluta de su posición, espera pacien­temente un error por parte de su oponente. Kárpov no espe­ra: juega activamente.

Kárpov y Kaspárov volvieron a enfrentarse en abril de 1981 en la Unión Comercial de Moscú, pero la partida consistió en unas decepcionantes tablas después de 18 movimientos, ya que Kárpov estaba seguro de su victoria en el torneo y sólo necesitaba el empate. Kaspárov fue segundo en el torneo.

Mientras Kárpov se entrenaba para defender su título, Kaspárov ayudaba al equipo soviético a ganar el campeonato mundial de menores de 26 años en Graz (Austria). Sobre este torneo, Eric Schiller, el maestro norteamericano, escribió:

Fue en este acontecimiento cuando me di cuenta de una de las supersticiones de Garri. Como Sansón, parecía creer que el afeitarse podría traerle malos resultados, y en conse­cuencia después de sus primeras tablas con Kouatly (en esta partida iba muy bien afeitado) empezó a adoptar un aspecto más bohemio. Entonces empezó a ganar de nuevo, acabando el torneo con una sorprendente puntuación del noventa por ciento contra un oponente de mejor calibre internacional. Las dos partidas más impresionantes fueron contra el ju­gador británico Speelrnan y el norteamericano Fedorowicz. En la partida con éste reveló un elemento esencial de su estilo. Mientras John se iba preocupando más por el paso del tiem­po, y sus piezas empezaban a vagar alrededor de la reina, Garrí decidió “preocuparle” un poco con el reloj. La táctica tuvo un resultado admirable. La preparación de Garri justo antes del comienzo de la partida es intensa. Llega muy pronto ante el tablero, se hunde en una profunda concentración y empieza a dejar circular su corriente. La cara que era tranquila y pacífica momentos antes se vuelve arrugada por la tensión. Sentado delante de él, uno puede sentir literalmente la presión. Es sencillamente espan­toso jugar contra él. Delante del tablero es otra cosa completamente distinta. Se divierte “atacando por sorpresa”, aunque se aburre rápidamente cuando encuentra débil oposición. El consenso entre algunos de nuestros mejores jugadores norteamericanos es que él es simplemente asombroso. Garri me dijo que para él sólo había un adversario realmente interesante en el ataque, Kár­pov. Su confianza es enorme, pero nunca llega a la arrogan­cia. Y todavía venera el recuerdo de Fischer. Compartimos una “enfermedad”, ambos somos ligeramente claustrofóbicos. Las grandes reuniones ponen a Garri incómodo. Garri es un excelente profesor. Dio una conferencia en Graz, en la que algunos de los participantes del Tercer Mundo analizaron sus partidas después. Su exposición del método de entrenamiento de Botvinnik fue soberbia, y el consejo prácti­co demostró ser útil. De hecho, mi propio juego mejoró nota­blemente en los meses siguientes. ¡Y todo lo que hice fue ac­tuar como intérprete!

Su siguiente salida al extranjero fue a Tilburg (Holanda) para el encuentro Interpolis de Supergrandes Maestros. Fue una sensata ocasión, porque le enseñó que aún tenía mucho que aprender sobre ajedrez. A finales de 1981 su reputación había crecido y los Grandes Maestros estaban precavidos sobre Garri, le estaban esperando. Acabó el número 17, justo a mitad de la tabla, pero hizo un buen uso de esta lección y se tomó la revancha en los torneos posteriores.

Petrosian, que siempre apoyó el talento de Garri, sobre la partida contra Ulf Andersson de este torneo, escribió:

Como es tan a menudo el caso de Kaspárov, se mete dentro en el acto. Esta habilidad para poner en orden las fuerzas de reserva, con paciencia, antes de dedicarse al empujón final, es uno de los secretos del éxito de Kaspárov. Muy raramente se esfuerza. No se puede sino admirar la forma en que cada pieza, excepto el rey, están tomando parte en el ataque, y al mismo tiempo no hay ninguna posibilidad de que las negras puedan forzar el cambio.